sábado, 26 de septiembre de 2009

El camino del cielo


La afilada punta atravesó la carne con la misma fluidez con que el sonido cruza el aire; un sinfín de burbujas químicas se agolpaban por navegar en los rápidos del torrente sanguíneo rumbo a un cerebro que se había deteriorado a través de los meses.

Javier sentía cada gota de la droga entrar en sus venas, al principio su atención presente en la jeringa clavada en su maltratada piel le hacia sentir algo de remordimiento por que sabia que se estaba destruyendo a si mismo, pero poco a poco esa sensación de culpa se transformaba en bienestar, los desvencijados muros desnudos de su casa se trasformaban en marmoleas paredes, adornadas con obras majestuosas pintadas por artistas inmortalizados.

Y allí en medio de ese paraíso artificial surgía él, su aspecto era mucho mejor que como lo recordaba Javier, su memoria consciente traía el recuerdo de su pareja agonizante en la cama del hospital, pero bajo la influencia de la droga su pareja se veía ahora de pie, con sus cabellos agitados al viento, lanzándole una sonrisa que iluminaba el espacio, y una mirada que hacia desnudar el alma de Javier hasta encontrar su esencia misma.

La voz que la muerte había silenciado, recobraba la vida e invadía los tímpanos de Javier, era un sonido suave que acariciaba su oído y que lentamente empezaba a subir de volumen hasta convertirse en un grito aterrador y ensordecedor, Javier se tapaba las orejas con las manos y gritaba al tiempo, cerraba sus ojos por que sentía su cuerpo caer desde gran altura, al finalizar la caída, Javier abría los ojos para encontrar de nuevo los desvencijados muros desnudos de su casa.

Solo el cansancio le impedía salir a vender las últimas cosas que le quedaban, a mendigar, o a robar a algún transeúnte desprevenido y así poder comprar un poco mas de elixir que lo llevaba al cielo, al lado de su amado.

Se odiaba a si mismo, eso era evidente, odiaba al mundo, pero sobre todo odiaba el maldito virus que lo había dejado solo en este decadente planeta, odiaba no tener el coraje de clavar un cuchillo en su muñeca y comprobar como el hilo de sangre se convertía en un rio para navegar hacia los brazos del amado ausente.

Sabia que faltaba solo un poco, que la única razón de ser feliz podía estar en algún día terminar siendo apuñalado en alguna calle mientras contemplaba aquellos ojos que de nuevo aparecian llenos de vida, pero cada vez era lo mismo, un despertar en un mundo de miseria, donde por unas monedas conseguía un nauseabundo plato de comida, en una calle llena de basura, donde decenas de personas dormían en el suelo revolcándose en su propia suciedad.

No pocas veces la familia de Javier, algunos de sus más allegados amigos, los organismos de protección social intentaron en vano buscar una alternativa a su dolor, y apartarlo de la droga que tanto daño le hacia, eso creían ellos, Javier jamás permitió que lo desligaran de lo único que en este mundo lo hacia sentirse menos solitario e incomprendido.

(…)

El viento entraba de forma inconstante por la ventana del consultorio, un velo de color verde que trataba infructuosamente de detener los rayos del sol, no cesaba de agitarse y pegarse contra el cabello de Javier, este entre tanto sin prestarle mayor atención, leía por decima vez el resultado de la prueba de VIH, era positivo, su cuerpo transportaba el mismo virus que le estaba arrancando a su pareja de las manos a unos cuantos metros del consultorio donde se hallaba, mudas eran las palabras de aliento que la sicóloga del hospital pronunciaba, su voz se escuchaba a lo lejos como el eco de las voces de los ángeles sobre la tierra…

(…)

Javier no esta dispuesto a dejarse llevar por la enfermedad, su trastornado instinto de supervivencia le obliga a no dejarse ganar, a no ser tan débil como su amado, el no permitirá ser asesinado por un virus, aunque pierda la vida en el intento, en cada viaje a los ojos de su amado, le explica que esta luchando y que solo su recuerdo le permite seguir sobreviviendo.

(..)

Ha tocado las fibras incomprensibles de mi ser, cada uno de sus vellos encaja en cada uno de mis poros con milimétrica exactitud, su muerte solo dejo una pieza incompleta del rompecabezas de nuestras vidas en este mundo, no se si eso es amor, pero nuestras vidas se complementan perfectamente, tanto que no podemos existir de forma individual.

(…)

La madre de Javier espera el cuerpo de su hijo junto a la puerta doble del pabellón de urgencias, Javier, victima de una sobredosis no se dejo ganar de la enfermedad.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Calixto




Mario despertó sobresaltado, sintió que su respiración se entrecortaba y como un sudor frio recorría su espalda, miro el reloj, eran las dos y media de la madrugada, la escasa luz nocturna que entraba por su ventana no era suficiente para iluminar todos los rincones de su habitación, Mario trato de agudizar la vista buscando entre las sombras alguna presencia humana, se sentía observado pero por más que lo intento no pudo ver a nadie más a que a su negro reflejo en el espejo ubicado en una esquina de su habitación.



- “Paranoias mías” – Pensó y se volvió a dormir



Calixto surgió lentamente entre las sombras, contemplaba a Mario dormir y se preguntaba a sí mismo por que se sentía tan atraído por ese ser, al punto tal que en un descuido había cedido a los impulsos de su instinto predador y había despertado a Mario, espero a que este durmiera profundamente, acaricio sus cabellos castaños y luego huyo convertido en niebla por la ventana, sacio su hambre asesinando a un viejo vagabundo que dormía en una acera.



Durante incontables noches Calixto entro a la habitación de Mario con la intención salvaje de tomarlo por el cuello y beber hasta la última gota de sangre de ese cuerpo que le fascinaba, pero siempre existía un extraño poder que lo detenía, perdía valiosas horas, alguna vez incluso llego a entrever las luces del alba, velando el sueño de ese hombre a quien ya había dejado de ver como una presa.



Mario por su parte, pasaba malos días, cansado a pesar de haber descansado toda la noche, se sentía vigilado, había llegado incluso a pensar que era acechado por un vulgar asaltante, más de una vez al despertar trato de explicar porque sus sabanas estaban húmedas impregnadas de un sudor frio, mientras en la ventana abierta de su habitación que él creía haber cerrado en la noche, permanecía un ramo de flores marchitas cuyos pétalos se caían con el helado aire de la madrugada.



Pero una noche, de esas largas noches en las que Calixto se extasiaba en la silenciosa contemplación de su amado Mario, sucedió lo inesperado, un incauto ladrón entro por la terraza a la casa, los agudos sentidos de Calixto siguieron sus temblorosos pasos mientras recorría los pasillos cuando intento entrar a la habitación de Mario, Calixto se abalanzo sobre él, le rompió el cuello y dejo el frio cadáver revolcado en su propia sangre, de la que Calixto por asco no se atrevió a beber ni una gota.



Todo ocurrió en absoluto silencio, Calixto huyo nuevamente convertido en niebla, no sin antes dejar algunas flores marchitas junto a la ventana, Mario despertó al día siguiente, ante el asombro de un asaltante muerto y todo lo legal que esto implicaba, hallo huellas de sangre en el umbral de la puerta y algunas junto al espejo, todo indicaba que esa noche más de una persona había entrado a la habitación.



Calixto tuvo que dejar de visitar a Mario durante varias noches, la policía vigilaba el lugar constantemente, en más de una ocasión sintió rabia por haber sido tan impulsivo y por no haberse deshecho del cadáver, que mas daba, el era un cazador que por primera vez mataba a alguien sin intención de alimentarse, su naturaleza de asesino lo ponía por encima de las leyes humanas, no podía ser juzgado por actuar para lo que había sido creado.



En más de una ocasión pensó en atacar al frágil policía que rondaba las calles aledañas, y que cada tanto iluminaba la ventana de Mario desde afuera con una débil luz de linterna, pero Calixto sabía que era cuestión de esperar para que la policía se cansara de vigilar y poder volver al lado de su amado Mario.



Sabía que Mario estaría allí, profundamente dormido como todas las noches, y un par de semanas más tarde pudo regresar, esta vez junto a la ventana donde solía colocar flores marchitas, encontró un jarrón con flores frescas y una nota que decía:



- “¿Quién eres?”



El condenado inmortal, sintió como si su corazón descompuesto tuviera la capacidad de latir de nuevo, colocó en letras negras su nombre bajo la pregunta, Calixto se extraño ante la vista de su propio nombre, habían pasado décadas sin ver su nombre escrito, salió de la habitación con un sentimiento confuso ante el hombre que confundía sus sentimientos y sacaba dolorosamente a flote el poco de humanidad que le quedaba.



Calixto sintió la ira de no poder tener el control sobre sí mismo, desdeño el hecho de no haber atacado a Mario la primera noche, no es bueno encariñarse con las presas, eso lo sabía, pero enamorarse era un concepto que su mente había dejado de comprender hacia siglos. Y eso lo hacía enfurecer hasta el punto de despertar ese dormido instinto de depredador que durante meses estaba latente luchando por salir, y la bestia surgió.



Esa semana la policía estuvo más ocupada que nunca, los constantes asesinatos en el barrio donde Mario vivía, tenían preocupada a la comunidad, la prensa amarillista acechaba también en espera de capturar al despiadado asesino en serie, se calmo un poco cuando uno de los más veteranos periodistas amaneció degollado y sin ojos en un parque infantil a unas pocas cuadras.



Calixto entendió que las cosas estaban demasiado complicadas y que lo mejor era acabar de raíz con la situación actual, esa noche decidió ir a la habitación de Mario y tomar de una vez lo que por derecho le pertenecía y abandonar para siempre su zona de caza, se vio en dificultades para cruzar y pasar desapercibido ante las rondas policiales y uno que otro automóvil con periodistas noctámbulos.



Cuando llego a la habitación de Mario, se acerco lentamente a él, sintió el impulso de detenerse al ver las flores frescas en la ventana, pero decidió continuar, cuando encontró una nota sobre la mesa de noche aledaña a la cama de Mario:



- “Oración para Calixto: Ángel de mi guarda, mi dulce compañía no me desampares ni de noche, ni de día…”



Mario rezaba todas las noches antes de dormir, invocando la protección de su ángel guardián, el mismo ángel maldito que estaba a segundos de hincar sus afilados colmillos en su cuello.



Mario despertó sobresaltado, sintió que su respiración se entrecortaba y como un sudor frio recorría su espalda, miro el reloj, eran las cinco y media de la mañana, la luz del alba entraba por su ventana, Mario aun adormilado vio una figura humana ser destruida por los rayos del sol, un par de ojos humanos colgaban del espejo del fondo de su habitación, mientras en letras de sangre reposaba un último mensaje:



- “Siempre te estaré observando”.

lunes, 14 de septiembre de 2009

La búsqueda




Dedicado a Arjuna




Perdió su mirada entre la frontera del deseo desenfrenado y la romántica pasión, esta huyó de si, tras cabellos rubios, labios delgados, cuerpos torneados y una que otra visión prohibida, pero sus ojos se perdieron definitivamente tras de otros ojos que quizás también estaban perdidos.



Perdió su sonrisa en su afán de usarla, se desgasto en tantos saludos hipócritas, en tantos mundos falsos que cuando necesito una verdadera sonrisa ya no tuvo de donde tomarla, pero quizás su más valiosa y sincera sonrisa estuvo atada a una ilusión que ahora también está perdida.



Perdió sus manos en busca de la caricia perfecta, se fueron cabalgando sobre tantas pieles efímeras en los mares de ardientes noches al principio románticas pero que se transformaron en monótonas, para descubrir que antes de perder sus manos nunca necesitó acariciar su propio cuerpo.



Perdió su corazón en la ruleta de la desidia, cuando podía escoger entre él y su orgullo, tantos desengaños le enseñaron a conservar más el segundo que el primero, fue muy tarde que comprendió que valía menos un orgullo intacto que un corazón roto.



Perdió el resto de sí, ofreciéndolo al mejor postor, cambiando sus propias partes por papel y metal y reuniendo cada vez más amarguras en el banco de sus recuerdos e inundando sus arcas del falso valor termino ahogando sus propias alegrías.



Perdió finalmente su memoria y con ella su esperanza, las envió en caminos opuestos al horizonte con la idea de que se encontrarán al otro lado del planeta pero ambas se perdieron por el camino, cuando fueron a entenderlo ya nadie poseía la verdad.



Así el hombre que todo lo tuvo y todo lo perdió, vagaba por el mundo mendigando un poco de sí mismo a quienes todo les había dado, sin nada que perder no tenia motivo para retractarse, un día lo encontró el amor, y el amor le devolvió todo lo que tenía.



Desde entonces los hombres buscan el amor en los otros hombres, que le devuelva las miradas y las sonrisas, que le enseñe con sus propias manos a llegar al propio corazón, sin importar el papel o el metal, siempre que le devuelvan la esperanza y la alegría y colmen su memoria de nuevos recuerdos.



Pero el amor aun sigue escondiéndose dentro del hombre que todo lo tenía y todo lo perdió y que aun vaga por el mundo mendigando un poco de sí mismo.

jueves, 3 de septiembre de 2009

Ganimedes


Ganimedes y Narciso eran quizás los dos jóvenes más bellos sobre la tierra, sus cuerpos labrados por manos del mismísimo Prometeo, resumían en sí mismos la maestría artesana de los dioses, Zeus complacido observaba a estos jóvenes mortales que corrían alegremente por los campos, cabalgaban sobre las colinas o simplemente reposaban bajo el estrellado manto de Urano.

Zeus había concentrado su atención en Ganimedes, en su melena negra desordenada y sus ojos de mirar profundo, le atraía su rostro que estaba empezando a poblarse de una barba adolescente, y su piel que se percibía tersa al tacto. Pero el dios de dioses se veía limitado por una fuerza superior a su poder: Ganimedes estaba enamorado de Narciso.

Ganimedes amaba profundamente a Narciso, cada aspecto de su vida giraba en torno a su amor, todo lo que hacía, todo lo que pensaba, todo lo que decía era a complacer a Narciso, pero Narciso era indiferente con Ganimedes, Narciso solo era capaz de amarse a sí mismo.

Zeus consultó a Atenea, la más sabia de los dioses del Olimpo, Atenea le explico que la fuerza del amor emana de la esencia misma de la vida y que romper la fuerza del amor es romper la vida, Zeus no puede obligara a Ganimedes que lo ame, ese poder no está al alcance de los dioses.

Sin embargo existía una solución, la última flecha de Cupido, logra que un ser se enamore de otro, pero este es un amor pasajero, y la flecha resulta inútil si el objetivo ya está enamorado de alguien más, Zeus arrogante cual dios de dioses, caprichoso cual rey de reyes e incapaz de amar pero no incapaz de odiar, colocó una flecha envenenada en el camino de Narciso para matarlo y así acabar con el enamoramiento de Ganimedes y colocó la ultima flecha de Cupido en el camino de Ganimedes.

La celosa Era, esposa de Zeus, quien silenciosa había observado la estratagema de su esposo, espero a que este dejara las flechas y las intercambio de lugar, con el objeto de matar a Ganimedes.

Cuando Narciso cruzo el camino y fue punzado por la última flecha de Cupido, volteo a mirar y vio a Ganimedes siguiéndolo, pero la última flecha de Cupido se habia desperdiciado; Narciso ya se amaba demasiado a sí mismo y el efecto de la flecha es inútil ante el verdadero amor. Así que Narciso sospecho que la flecha era una trampa de Ganimedes y se devolvió para pedirle que lo dejara y no lo siguiera nunca más, de esta manera Ganimedes no cruzó el camino con la flecha envenenada.

Ganimedes se devolvió llorando hasta el oráculo de la diosa Atenea para pedir consejo y ayuda, y la diosa conmovida le hablo con la verdad, le conto los planes de Zeus y los reveses de Era, y de esta manera en la tierra había una flecha envenenada y que dioses y humanos habían conspirado ante la nobleza del sentimiento del joven Ganimedes.

Ganimedes regreso hasta donde estaba la flecha envenenada, la tomo dispuesto a usarla sobre sí mismo y acabar con el dolor que produce la traición y el desamor, pero Zeus lo detuvo, se acerco a él lentamente y aunque Ganimedes no sentía atracción por el más poderoso de los dioses, se entrego a éste por calmar el dolor del desprecio de Narciso.

Zeus tomo a Ganimedes y luego lo dejó y además arrojo la flecha envenenada al fondo de un lago cercano, el dolor de la venganza y de haberse equivocado mas por dolor que por amor, atormentaba a Ganimedes, quien desesperado perseguía a narciso aun con más intensidad, pidiéndole perdón y diciéndole que la flecha ya estaba en el fondo del lago.

Narciso, molesto por el acoso de Ganimedes se dirigió al lago a recoger a flecha envenenada y vio su rostro reflejado en el agua, su rostro le pareció tan bello que se quedo extasiado contemplándose, cuando trato de abrazar su propio reflejo, Narciso cayó al agua y se ahogo en el lago.

Ganimedes que lo seguía de cerca se arrojó al lago a morir al lado de su amado.