viernes, 19 de febrero de 2010

Amet


El viento frio rozaba suavemente los cristales del automóvil, dejando un húmedo tapiz de pequeñas gotas brillantes sobre su superficie, en el interior la calefacción hacia olvidar ligeramente el helado amanecer de la mañana Bogotana, un radio teléfono permanecía en silencio, en esa hora muerta en que nadie solicita un taxi.

A Amet le gustaba trabajar de noche, sabía que se corrían riesgos, pero detrás del volante él sentía como abordaba la inmensidad de la noche y como flotaba en un mar de sueños que salían de las pálidas ventanas cansados de rondar a sus creadores, en la silla de atrás trasportó muchas veces al borracho alegre, la mujer desconsolada, el viajero desprevenido o el extraño tripulante de una ciudad dormida, luego de dejar al pasajero en su destino el taxi era habitado por un silencio que solo era interrumpido por la voz casi robótica del radio teléfono.

Sin embargo hoy todo iba a ser diferente, Amet había detenido el taxi frente al parque metropolitano, desde allí reflexionaba en silencio sumido en una profunda meditación cuando escucho los gritos de una joven voz a través del radio teléfono, al parecer alguien estaba recibiendo un terrible daño y lo anunciaba a través de la frecuencia de los taxis.

- “Martha, ¿Me copia? – Pregunto por el radio
- “Adelante central” – Respondió la voz robótica
- “Escuche gritos a través de esta frecuencia, ¿Qué está pasando?”
- “No he escuchado nada, debe ser el cansancio, no ha habido nadie en esta señal por más de media hora, fuera” – Fue la respuesta de la voz metálica y de nuevo el silencio invadió el espacio del vehículo.

Amet se sintió extrañado, decidió que era mejor ir a descansar en la habitación de alquiler donde lo esperaba una pequeña cama y un televisor, y recobrar energías para un arduo día de trabajo.

Conforme pasaron los días olvido aquel extraño incidente, una noche a la salida de una taberna recogió una pareja de homosexuales que insistentemente le pidieron que los llevara al parque metropolitano, a Amet le gustaba transportar las parejas homo, al fin y al cabo pocas veces estaban tan ebrios como para ocasionar problemas y casi nunca discutian la tarifa del taxi.

Aun así a Amet le resultaba tremendamente sospechoso que dos personas fueran a un lugar tan desolado a esas horas como el parque metropolitano.

- “Si quieren los llevo a un motel”- Sugirió con autentica sinceridad y el mínimo de malicia, con el tono de quien está acostumbrado a visitar lugares que resultan exóticos para los humanos que solo deambulan en el día.
- “No gracias, al parque por favor” – respondieron los jóvenes.

Tras dejarlos cerca al entrada del parque, Amet siguió avanzando por la desocupada avenida mientras pensaba en las razones que motivarían a los jóvenes a ir a un lugar tan remoto, no se veían de escasos recursos como para no ir a un lugar más cálido e higiénico, su pensamiento fue interrumpido cuando de nuevo los gritos de dolor surgieron el radio teléfono,se escucharon por un breve instante para acallarse de forma tan repentina como habian iniciado.

Sin embargo Amet relaciono la voz del radio teléfono con la voz de uno de los jóvenes que se acababa de bajar del vehículo, asi que dio la vuelta al parque y regresó al lugar donde había dejado a aquel par de jóvenes.

Bajó del vehículo, con una linterna de mano, apuntando a la densidad verde de los arbustos, llamó insistentemente pero no escuchaba nada, absolutamente nada, hasta las ranas y los insectos de la noche resultaban sospechosamente silenciosos, al fondo vio entonces una luz destellar y se dirigió allí, pero tuvo que detenerse cuando desde el radio teléfono de su vehículo escuchaba nuevamente los gritos de dolor.

Reaccionó, se sintió asustado, llamo a la central donde la voz robótica de Martha, poseedora de una calma casi enloquecedora, le aseguro que nadie había escuchado nada. Así que Amet antes de creer que se estaba volviendo loco decidió esperar el día para averiguar que misterio envolvía ese sector del parque metropolitano y sobre todo cual era el extraño origen de esos gritos.

Al visitar el parque de día no encontró nada, ni siquiera las señales de los jóvenes que había dejado la noche anterior, Amet dejó de comentar el hecho con sus compañeros cansado de sus burlas (las de ellos), sin embargo todas las noches cruzaba por lo menos una vez por el parque tratando de aclarar sus dudas, dos semanas más tarde en el mismo lugar vio salir de entre los arbustos un muchacho que enseguida reconoció.

Salió de prisa entre los arbustos, detuvo el taxi como si estuviera siendo perseguido por alguien, sus ropas venían ajadas y sucias, señal de que había luchado con alguna otra persona, sus labions sangraban y sus ojos cristalizados por el dolor, denotaban angustia y tristeza.

- “Por favor sáqueme rápido de aquí, vámonos es peligroso” – Dijo al subir al taxi.

Amet acelero con rumbo a una zona mas concurrida en el momento que sintio como la puerta del automóvil se cerraba .

- “Que le ha pasado” – Pregunto Amet con la certeza que este joven tenía alguna relación con los gritos de su radioteléfono
- “Han intentado robarme y violarme” – respondió la agitada voz del muchacho
- “Yo lo conozco, usted hace unas semanas me dijo que lo trajera aquí, usted venia con un amigo” – Replico Amet al respecto _ “¿Le puedo hacer una pregunta?”

Al no obtener respuesta Amet observo al muchacho por el espejo retrovisor, pero para su sorpresa la silla de atrás estaba vacía.

El roce del caucho de las llantas contra el asfalto produjo tal chillido que a varias decenas de metros fue fácil percibir como un vehículo frenaba en seco, el joven y maltratado pasajero se había esfumado simplemente de un vehículo en movimiento con las puertas aseguradas, Amet no soporto más y llamó a la policía argumentando que un joven malherido corría por el parque pidiendo ayuda.

Amet decidió volver al lugar donde había recogido al muchacho que ya conocía, con la linterna de mano y un cuchillo que cargaba para su protección se interno en el bosque del parque, en búsqueda del causante de los gritos. Habría avanzado unos metros cuando de nuevo escucho los gritos de su radioteléfono, los cuales estuvo completamente dispuesto a ignorar.

Avanzo lentamente, atento al más mínimo movimiento mientras el recalcitrante silencio de la noche lo rodeaba y el viento helado parecía haberse detenido por temor a mover las hojas de los árboles, unos arbustos al fondo se movían de forma continua y Amet se acerco a ellos donde pudo descubrir a los jóvenes de la otra noche, uno de ellos estaba violando y golpeando al joven que Amet había recogido unos momentos antes.

Amet acudió en su defensa tratando de atacar con su cuchillo al perpetrador, cuando éste noto su presencia volteo a verlo, sus ojos brillaban con una luz rojiza, de su boca surgía un delgado hilo de sangre que de su cara caía directamente sobre el césped, la sangre negra sobre el césped negro de la noche, Amet sintió como esa mirada fiera le hacía perder sus fuerzas y poco a poco se desmayaba sobre el mismo césped negro cubierto de sangre negra.

Cuando la policía llegó encontró a Amet gravemente herido, múltiples heridas con arma blanca y un cuchillo clavado en el abdomen, estaba tirado en un claro del parque cerca de su taxi, la tierra bajo el había sido movida recientemente y bajo ella encontraron el cadáver de un joven que mostraba signos de lucha y violación. Llevaba muerto más de un mes.

El caso fue archivado como crimen pasional.

jueves, 4 de febrero de 2010

Rompiendo la rutina

Margarita ese día no llegó, era extraño que eso sucediera por que todos los días a las 7 de la mañana se escuchaba girar la perilla de la calle y sus pasos por el corredor principal de la casa, siempre llegaba cubierta con un largo abrigo café de imitación piel y una bolsa plástica con las compras del desayuno, Bernardo la esperaba en la cama para que lo ayudara a levantar y a asearse, Margarita lo cuidaba como si a pesar de su avanzada edad fuese aun un bebe.

Bernardo era amable con Margarita, desde la muerte de su pareja había comprendido que su estado no le permitía valerse por sí solo y por ello se ayudaba en lo posible a sí mismo para hacerle más llevadera la labor a la fiel empleada quien durante varios años lo ha cuidado día tras día, pero hoy era diferente, eran cerca de las 8 y los ruidos provenientes de la calle no anunciaban los pasos de Margarita.

Cerca de las 9 llamó a Margarita por teléfono pero no le contesto, si preocupación era evidente, aun acostado en la cama sabia que algo extraño estaba pasando, por ratos se sentía enojado al entender el nivel de dependencia que había adquirido y que el simple hecho de que Margarita no estuviese estaba rompiendo con su ya acostumbrada cotidianidad.

A las 10 sentía un hambre voraz, eso y la preocupación por que algo le hubiese pasado a Margarita, obligó a Bernardo a salir de la cama, arrastrase por el piso y alcanzar la silla de ruedas que por ironías del destino estaba más lejos que de costumbre, aunque él pesaba apenas un poco mas de 40 kilos sus pocas fuerzas hicieron de esta una labor maratónica, lavo su cara como pudo y se vistió a medias, sobre las 11 de la mañana estaba frente a la puerta de su casa pensando que al menos habían pasado 5 años antes de que hubiera salido solo por última vez.

Verificó que llevara las llaves de la casa y dinero para comprar comida, sentía la silla de ruedas pesada ya que nunca la había empujado más de las distancias dentro de su propia casa, hubiera dado cualquier cosa por saber donde quedaba la tienda en al que margarita compraba ese delicioso pan de maíz cuyo aroma salía por la cocina e inundaba con borbotones de nubes todos los espacios de su casa.

La ciudad había cambiado, y Bernardo observaba los cambios de las cuadras cercanas como un viajero en el tiempo que de repente llegara al futuro, descubrió una colosal avenida construida hace poco y al otro lado el aroma de pan de maíz que surgía de un local con un vistoso letrero verde, espero el cambio de semáforo y a pesar del cansancio de sus nudosas manos impulso la silla para llegar lo más pronto al otro lado de la calle.

(…)

Jorge estaba distraído, manejaba su moto pensando en lo absurdo que había resultado todo aquello, peleaba constantemente por los celos enfermizos de su novio que además de ser sin fundamento habían alcanzado los límites de la agresión física, lloraba en silencio mientras pensaba y aceleraba su moto por la nueva avenida de la ciudad.

Con un trabajo de mensajero no era mucho lo que podía hacer para independizarse de ese hombre bastante mayor que él con quien convivía, era verdad que le ayudaba económicamente desde que llegó del pueblo, pero la verdad no le permitía hablar con nadie y lo cuidaba como si Jorge fuera más un objeto valioso que un ser humano.

Jorge escudriñaba su cerebro en buscas de ideas para salir adelante, ahora que su relación tocaba su fin, siendo la moto su única posesión en este mundo, imploro a dios por una solución a sus ideas, estaba tan concentrado en su oración que apenas alcanzo a notar que la luz del semáforo había cambiado y como un delgado anciano cruzaba la calle en silla de ruedas a una gran velocidad, Jorge trato de frenar pero era demasiado tarde.

(…)

La silla de ruedas giro sobre sí misma como si de un trompo se tratase, Bernardo sin saber que o porque había sido golpeado miraba el mundo girar a su alrededor, como cuando era niño y su padre lo llevaba al parque de diversiones, inconsciente del grave peligro que corría empezó a reír y extendió los brazos, el aire golpeaba su cara arrugada y se colaba en su boca sin dientes, en los segundos que parecieron eternos la silla freno contra la acera del frente, sobre ella Bernardo sin un rasguño, pero con un inmenso brillo en los ojos.

Jorge aparco la moto como pudo, y corrió a donde Bernardo para verificar que se encontrara bien, lo había visto dando vueltas en la silla con los brazos abiertos y riendo. Pero se alegro al verlo ileso, lo ayudo de nuevo a acomodarse en la silla de ruedas mientras el abuelo le decía que había vivido una de las experiencias más emocionantes de su vida.

Mientras comían pan de maíz, Jorge le conto a Bernardo las razones por las que casi lo atropella y como su vida había cambiado de repente y para siempre, Bernardo le contó a Jorge como desde la Muerte de su pareja nunca había dejado de ser cuidado por una empleada que había desaparecido en ese día y como su vida había cambiado de repente pero no para siempre.

Tras el golpe con la silla de ruedas la moto no estaba en muy buenas condiciones, Bernardo le comento a Jorge que a falta de compañía temía que un día Margarita no llegara a trabajar y el muriera solo por el simple hecho de no poderse llevar un pan a la boca, como Jorge ya no tenía donde vivir y sin moto no podía trabajar, Bernardo le ofreció que lo acompañara en su casa para ayudar a la fiel Margarita. Alo cual Jorge acepto gustosamente.

(…)

A las 7 de la mañana del otro día, se escucho girar la perilla de la calle y se sintieron pasos por el corredor principal de la casa, una mujer de edad madura cubierta con un largo abrigo café de imitación piel y una bolsa plástica hablaba duro pidiendo excusas por no haber ido a trabajar el día anterior debido a que había sufrido un imprevisto, comento además que apocas cuadras de hay un muchacho descontrolado en una moto trato de atropellar a un viejito loco en silla de ruedas.