domingo, 22 de noviembre de 2009

Ohh fantasma








El agua del pequeño charco salpico bajo los pasos de aquellas botas grises que cruzaron corriendo, iba totalmente cubierto con ropa que le protegía de la lluvia torrencial, una capota le cubría la cabeza y una bufanda parte del rostro, suerte que prácticamente la única parte del cuerpo que quedaba descubierto eran sus ojos.




Corría aprisa huyendo de la lluvia, cargaba un ramo de rosas blancas envueltas en un papel igualmente blanco, las luces de la calle que se reflejaban en las multitudinarias gotas de agua cayendo, parecían opacas bajo la fuerte llovizna, tras cruzar frente al portal de una casa tropezó con Braulio.




(…)




Braulio colocó la rosa blanca en un jarrón con agua, el extraño que había tropezado con él la había dejado caer y Braulio la recogió, recordaba los ojos del extraño, un tanto siniestros, un tanto melancólicos, pero que resultaban insoportablemente familiares.




Esos ojos traían cierta sensación de algo pasado, como si la mirada de ese ser anónimo penetrara dentro de si y sacara de su alma algún profundo y enterrado dolor.




(…)




Pasaron los días y la rosa blanca poco a poco se fue marchitando, pero su presencia era el infatigable testigo del abrupto encuentro de aquella noche lluviosa, Braulio se esforzaba por recordar quién podría ser aquel extraño individuo que le resultaba tan familiar, e incluso un par de veces creyó verlo en la calle mientras el cruzaba en vehículo, pero a la vez parecía que era fruto de su imaginación.




(…)




La noche en que decidió arrojar aquella rosa ya marchita, sintió un escalofrío recorriendo su espalda, observo la ventana y allí tras los cristales se encontraban esos ojos observándole como la noche de la lluvia, en el medio del frio de la noche, el individuo había regresado.




Braulio salió a hablar con él, pero el enigmático personaje empezó a correr, Braulio lo persiguió dispuesto a salir de dudas, lo observaba correr a medida que lo alcanzaba, un poco más delgado y más bajo que él, mucho más robusto en contextura, y una extraña familiaridad en la forma de huir.




Cuando le dio alcance y lo tomo bruscamente del brazo, giro la cabeza y esos miraron profundamente a Braulio, un extraño recuerdo se apodero de él, de un juego con muchas risas, de una época muy feliz, el individuo se aprovecho del descuido de Braulio, se quito un collar que pendía de su cuello y lo arrojó a Braulio para luego desaparecer entre las sombras de la noche.




(…)




Junto al jarrón con la blanca rosa marchita, Braulio deposito el collar, este poseía un dije tallado, era un delfín, evocaba en Braulio una larga caminata por la playa, y difusas fogatas en la compañía de alguien muy agradable y sintió demasiada tristeza de no haber vivido nunca algo así.




Se retiro a dormir temprano y soñó con la lluvia, con las rosas, con el juego, con la playa, con el delfín y con el extraño, en su sueño, el día radiante repentinamente se volvía oscuro y un grito de dolor inundaba el espacio, recordó guardar cosas en un baúl gris mientras lloraba, despertó asustado con la sensación de haber visto el baúl del sueño en alguna otra parte.




(…)




La madre de Braulio no pudo ocultar su asombro y su disgusto al observar el collar que se hallaba bajo el jarrón con la rosa blanca marchita, vocifero y amenazo a su hijo si intentaba bajar de nuevo al sótano.




Braulio no recordaba haber querido bajar al sótano en mucho tiempo, igual allí no había nada que fuera de su interés, pero la reacción y el reclamo de su madre le causaba demasiada curiosidad, así que aprovecho el primer momento en el que se encontraba solo en la casa y bajo al sótano para descubrir allí el baúl con el que había soñado, trato de abrirlo pero se encontraba cerrado con llave.




(…)




Creyó ver por tercera vez a el enigmático ser cuando el bus cruzaba frente al cementerio, bajó del bus y corrió lo más aprisa que pudo, pero perdió la pista cuando se hallaba cerca a una tumba cuya lapida mencionaba el nombre de “Sebastián Perdomo” y debajo tenia la leyenda “Tu recuerdo habitará por siempre cerca de mi corazón, Braulio”, la cosa empezaba adquirir un matiz irracional, Braulio regreso a su casa completamente desconcertado.




LA misteriosa aparición de aquel extraño había alterado su vida, sus sueños y hasta su familia, se sentía furioso al no poder comprender lo que pasaba, tomo el collar con el delfin tallado y lo arrojo contra la pared, el dije de madera se rompió en mil pedazos y dentro de si apareció una pequeña llave, tan pequeña como para abrir el baúl.




(…)




Dentro del baúl encontró cartas, regalos, fotografías y todos los recuerdos de una vida feliz en la que Sebastián y Braulio habían compartido mucho, también encontró un periódico con la noticia de la muerte de Sebastián, quien accidentalmente se había ahogado mientras se encontraba de vacaciones en la playa.




(…)




No sirvieron las múltiples horas de terapia en las que la familia de Braulio intento borrar el recuerdo y dolor por la muerte de Sebastián, ni tampoco el intento de  ocultar toda evidencia de su paso por este mundo, el amor entre ellos fue tan fuerte que Sebastián regresó del más allá, solo por recuperar a Braulio.



jueves, 12 de noviembre de 2009

Arthur y Alexis



Cuando Arthur conoció a Alexis, este último estaba sentado en el borde de una roca contemplando el paisaje, sus alas se veían brillantes aunque maltratadas, en cambio las alas de Arthur resplandecían con un brillo inusual.



- “Que te ha pasado”, pregunto Arthur


- “Me he puesto a correr tras unas luciérnagas y he tropezado”



Las miradas de los dos seres feericos se cruzaron y se gustaron, Alexis sonrió y salto volando a la copa de un árbol, Arthur lo siguió y empezaron a juguetear tratando de acercarse al cielo, a su paso dejaban una estela dorada de polvo de hadas y sus pequeñas risillas resonaban en el bosque encantado, es probable que uno que otro humano las alcanzara a escuchar.



Tras juguetear por un largo rato, se sentaron en el borde de un manantial, donde Alexis le conto a Arthur que le gustaba explorar, conocer nuevos lugares, y que se había maltratado por culpa de su espíritu aventurero, muchas veces había sido recriminado por sus compañeros de la gruta donde había nacido y sabia que si alejaba demasiado su vida se agotaría.



Arthur por su parte, guardaba silencio ante su pasado y su futuro, al contrario de Alexis, era un hada brillante pero de mirada triste, los dos seres se sintieron complementarios y mientras un manto de estrellas cubría la noche, unieron sus vuelos rumbo a la gruta donde Alexis había nacido.



El designio de la diosa fortuna no pudo ser más trágico, al otro día Alexis sufrió un terrible accidente al tratar de tomar el néctar de unas flores que se hallaban cerca al nido de un petirrojo, el pájaro tratando de defender su nido le quebró un ala y Alexis cayo de gran altura, aunque fue una lesión severa estaba vivo y se recuperaría con un poco de cuidado y atención.



Arthur cuidó a Alexis durante su recuperación y en pocos días este pudo caminar pero pasarían varias semanas antes de que pudiera volver a volar, aun así el espíritu inquieto de Alexis no se detenía y de esta manera corría tras los grillos, escalaba las cortezas de los árboles e iba todos los atardeceres a la roca donde Arthur lo conoció.



A pesar de sus lesiones y su lenta recuperación Alexis era feliz pero Arthur se sentía preocupado por él, siempre creyó que el exceso de actividad de Alexis ponía en peligro su vida, Arthur andaba pendiente de mantener su brillo y por eso pocas veces se daba a la aventura, en más de una ocasión se enfrentaron debido a que Arthur impedía que Alexis se aventurara mas allá de lo permitido.



Arthur se preocupaba enormemente por Alexis, al punto tal que su cuidado se volvió una obsesión, Alexis no lo sabía pero Arthur había perdido alguien en su pasado y temía que le volviera a ocurrir, su comportamiento obsesivo acorralaba a Alexis quien en ocasiones pensaba en huir de Arthur.



Una mañana cuando Alexis estaba bastante recuperado, Arthur le corto las alas mientras dormía.