jueves, 4 de febrero de 2010

Rompiendo la rutina

Margarita ese día no llegó, era extraño que eso sucediera por que todos los días a las 7 de la mañana se escuchaba girar la perilla de la calle y sus pasos por el corredor principal de la casa, siempre llegaba cubierta con un largo abrigo café de imitación piel y una bolsa plástica con las compras del desayuno, Bernardo la esperaba en la cama para que lo ayudara a levantar y a asearse, Margarita lo cuidaba como si a pesar de su avanzada edad fuese aun un bebe.

Bernardo era amable con Margarita, desde la muerte de su pareja había comprendido que su estado no le permitía valerse por sí solo y por ello se ayudaba en lo posible a sí mismo para hacerle más llevadera la labor a la fiel empleada quien durante varios años lo ha cuidado día tras día, pero hoy era diferente, eran cerca de las 8 y los ruidos provenientes de la calle no anunciaban los pasos de Margarita.

Cerca de las 9 llamó a Margarita por teléfono pero no le contesto, si preocupación era evidente, aun acostado en la cama sabia que algo extraño estaba pasando, por ratos se sentía enojado al entender el nivel de dependencia que había adquirido y que el simple hecho de que Margarita no estuviese estaba rompiendo con su ya acostumbrada cotidianidad.

A las 10 sentía un hambre voraz, eso y la preocupación por que algo le hubiese pasado a Margarita, obligó a Bernardo a salir de la cama, arrastrase por el piso y alcanzar la silla de ruedas que por ironías del destino estaba más lejos que de costumbre, aunque él pesaba apenas un poco mas de 40 kilos sus pocas fuerzas hicieron de esta una labor maratónica, lavo su cara como pudo y se vistió a medias, sobre las 11 de la mañana estaba frente a la puerta de su casa pensando que al menos habían pasado 5 años antes de que hubiera salido solo por última vez.

Verificó que llevara las llaves de la casa y dinero para comprar comida, sentía la silla de ruedas pesada ya que nunca la había empujado más de las distancias dentro de su propia casa, hubiera dado cualquier cosa por saber donde quedaba la tienda en al que margarita compraba ese delicioso pan de maíz cuyo aroma salía por la cocina e inundaba con borbotones de nubes todos los espacios de su casa.

La ciudad había cambiado, y Bernardo observaba los cambios de las cuadras cercanas como un viajero en el tiempo que de repente llegara al futuro, descubrió una colosal avenida construida hace poco y al otro lado el aroma de pan de maíz que surgía de un local con un vistoso letrero verde, espero el cambio de semáforo y a pesar del cansancio de sus nudosas manos impulso la silla para llegar lo más pronto al otro lado de la calle.

(…)

Jorge estaba distraído, manejaba su moto pensando en lo absurdo que había resultado todo aquello, peleaba constantemente por los celos enfermizos de su novio que además de ser sin fundamento habían alcanzado los límites de la agresión física, lloraba en silencio mientras pensaba y aceleraba su moto por la nueva avenida de la ciudad.

Con un trabajo de mensajero no era mucho lo que podía hacer para independizarse de ese hombre bastante mayor que él con quien convivía, era verdad que le ayudaba económicamente desde que llegó del pueblo, pero la verdad no le permitía hablar con nadie y lo cuidaba como si Jorge fuera más un objeto valioso que un ser humano.

Jorge escudriñaba su cerebro en buscas de ideas para salir adelante, ahora que su relación tocaba su fin, siendo la moto su única posesión en este mundo, imploro a dios por una solución a sus ideas, estaba tan concentrado en su oración que apenas alcanzo a notar que la luz del semáforo había cambiado y como un delgado anciano cruzaba la calle en silla de ruedas a una gran velocidad, Jorge trato de frenar pero era demasiado tarde.

(…)

La silla de ruedas giro sobre sí misma como si de un trompo se tratase, Bernardo sin saber que o porque había sido golpeado miraba el mundo girar a su alrededor, como cuando era niño y su padre lo llevaba al parque de diversiones, inconsciente del grave peligro que corría empezó a reír y extendió los brazos, el aire golpeaba su cara arrugada y se colaba en su boca sin dientes, en los segundos que parecieron eternos la silla freno contra la acera del frente, sobre ella Bernardo sin un rasguño, pero con un inmenso brillo en los ojos.

Jorge aparco la moto como pudo, y corrió a donde Bernardo para verificar que se encontrara bien, lo había visto dando vueltas en la silla con los brazos abiertos y riendo. Pero se alegro al verlo ileso, lo ayudo de nuevo a acomodarse en la silla de ruedas mientras el abuelo le decía que había vivido una de las experiencias más emocionantes de su vida.

Mientras comían pan de maíz, Jorge le conto a Bernardo las razones por las que casi lo atropella y como su vida había cambiado de repente y para siempre, Bernardo le contó a Jorge como desde la Muerte de su pareja nunca había dejado de ser cuidado por una empleada que había desaparecido en ese día y como su vida había cambiado de repente pero no para siempre.

Tras el golpe con la silla de ruedas la moto no estaba en muy buenas condiciones, Bernardo le comento a Jorge que a falta de compañía temía que un día Margarita no llegara a trabajar y el muriera solo por el simple hecho de no poderse llevar un pan a la boca, como Jorge ya no tenía donde vivir y sin moto no podía trabajar, Bernardo le ofreció que lo acompañara en su casa para ayudar a la fiel Margarita. Alo cual Jorge acepto gustosamente.

(…)

A las 7 de la mañana del otro día, se escucho girar la perilla de la calle y se sintieron pasos por el corredor principal de la casa, una mujer de edad madura cubierta con un largo abrigo café de imitación piel y una bolsa plástica hablaba duro pidiendo excusas por no haber ido a trabajar el día anterior debido a que había sufrido un imprevisto, comento además que apocas cuadras de hay un muchacho descontrolado en una moto trato de atropellar a un viejito loco en silla de ruedas.

2 comentarios:

Monchis dijo...

La vida cotidiana está llena de historias maravillosas y en eso radica su encanto.

Saludos,

Arjuna dijo...

Muchas veces no es necesario vivir una gran aventura para que nuestra vida cambie, cada dia nos trae nuevas sorpresas, cada dia tiene su propia magia.

Espectacular como siempre

Un abrazo mi señor R.