martes, 11 de agosto de 2009

El fin de una era


Aquel viejo mundo, había analizado e interpretado la consigna que durante siglos había regido la sociedad “Amaos los unos a los otros”.

El hombre que era incapaz de amar había aprendido a comprender las pasiones de los hombres pero sin poder sentir ninguna, durante muchos de los años de su vida se sentó cada mañana a leer el oráculo ancestral que día tras día repetía la única ley que regia aquel mundo “Amaos los unos a los otros”.

Por una sola vez y como un rápido parpadeo la consiga cambio “Amate a ti mismo” y luego volvió a anunciar el sortilegio que ha repetido durante mas de dos mil años.

El hombre que era incapaz de amar se levanto y se dirigió a la ciudad, avanzó pausadamente mientras intentaba asimilar el hecho de que su labor de tantos años por fin había terminado, cuando cruzo las puertas de la ciudad, que en otra época constituían una línea de defensa contra el odio enemigo, ahora recibían con los brazos abierto a los extranjeros que llegaban a dormitar en su seno.

El hombre que era incapaz de amar se acerco a la casa del hombre que todos amaban y le dijo:

-He venido aquí porque nuestra era está llegando a su final, durante tantos años he escuchado y analizado la consigna del oráculo hasta el punto de perder todo el sentido y significado para mí, durante mi infancia sentí el llamado del oráculo y escuche una consigna diferente por una primera y única vez, tarde 100 años en interpretar la frase y supe que nuestra razón de ser en este mundo estaba a punto de completar su misión, a los 100 años la consigna volvió a cambiar de nuevo por una única vez y tarde 50 años en comprender que la era del cambio estaba lista pero aun no había llegado el indicado para forzar el fin, ayer se cumplieron los 50 años y hoy la consigna cambio para indicarme que tú eras el que estaba listo para cerrar nuestro ciclo.

Una corriente fría recorrió ascendentemente la espalda del hombre que todos amaban, la noche anterior había soñado con una ofrenda que le era entregada en un lujoso y adornado paquete y dentro tenía un vulgar cuchillo oxidado con el tiempo.

Las palabras del hombre que era incapaz de amar eran la confirmación del premonitorio sueño y ahora el hombre que todos amaban debía cumplir con su destino que a la vez era su propio fin.

- “No es posible que lo logre solo, debo llegar hasta el nacimiento del rio que nos proporciona la vida y la capacidad de amarnos y luego requiero detener su cauce”. Inquirió el hombre que todos amaban.
- “Debes tomar la fortaleza de aquellos quienes te la quieren otorgar y despojarla de quienes no la tienen” musito el hombre que era incapaz de amar.

Una línea fragmentada cruzo de lado a lado el espejo que en el que el hombre que se amaba a si mismo utilizaba para contemplarse, su rostro que a la luz de sus ojos era el mas bello de los rostros mortales, ahora aparecía descuartizado, con un dolor intacto, Una lagrima rodo por la mejilla del reflejo que volvió a fragmentarse, mientras el hombre que se amaba a si mismo comprendía que el dolor es inútil y debía dar paso a la ira, se arrojo contra el espejo y los trozos del mismo se vieron reflejados en la sangre que poco a poco cubría el suelo.

Así el hombre que se amaba a si mismo fue absorbido por el hombre que todos amaban y este adquirió la autoestima para ir al nacimiento del rio de la vida.

El hombre que amaba a alguien, tomo el único sorbo de su copa de vino cuando vio delante de si, al hombre que todos amaban, se levanto en silencio y sirvió otra copa para el recién llegado, y saco de su pecho una cadena al final de la cual colgaba un pequeño frasco con un mortal veneno, lo vacio en su propia copa y brindo por el fin del tiempo.

Así el hombre que amaba a alguien se entrego al hombre que todos amaban y le dio el poder de sacrificarse a si mismo por lograr su objetivo.

Cuando la lluvia se detuvo el hombre que no amaba a nadie salió de nuevo a recoger caracoles y cangrejos que habían salido a beber con la lluvia, pero no encontró ninguno vivo los fragmentos de sus caparazones se encontraban dispersos formando un rustico camino hasta el pozo de donde salían cuando llovía, el hombre que no amaba a nadie camino irasciblemente hasta el borde del pozo donde vio su reflejo convertido en dos y luego una serie de pequeñas burbujas que competían salvajemente por alcanzar la superficie mientras la luz del pozo se hacia cada vez mas pequeña.

Así el hombre que no amaba nadie fue absorbido por el hombre que todos amaban y adquirió el coraje que necesitaba.

El hombre que todos amaban llego frente a la casa del hombre que amaba a todos, pero la casa estaba convertida en un pilar de cenizas, el hombre que amaba a todos había decidido abandonarse a si mismo al corazón de las llamas antes de ser absorbido por el hombre que todos aman.

Así el hombre que todos amaban perdió la bondad necesaria para retractarse de sumisión.

El hombre que todos amaban y el hombre que era incapaz de amar emprendieron la marcha al nacimiento del rio de la vida, llegaron a la orilla del rio e iniciaron su marcha, donde las aguas de un cristalino profundo se transformaban en un atormentado color sangre y la maternal y protectora naturaleza, se convertía en un desolado y hostil paraje.

Sufrieron los tormentos de un pesado viaje, lucharon contra los elementos y caminaron hasta que sus pies sangraron, pero la voz del oráculo que era tan imperceptible en la desembocadura del rio, sonaba con demasiada fuerza al acercarse al nacimiento repitiendo su presagio innegable “Amaos los unos a los otros”.

Cuando encontraron el nacimiento del rio de la vida, el lugar donde ningún otro hombre había llegado antes, hallaron una sección de roca en la cual había una pequeña grieta por donde brotaba sangre que más adelante se convertía en agua, demasiado pequeña para que entrara un hombre pero lo suficiente para introducir la cabeza en ella.

El hombre que todos amaban, se acerco al manantial y bebió un poco, su sabor era tibio y poco agradable, parecía imposible de creer que el agua que había apagado la sed durante toda una era a toda una civilización tuviera un sabor tan desagradable y de mal gusto.

Se levanto e invitó al hombre que era incapaz de amar a que bebiera un poco de la sanguinolenta fuente, cuando el hombre que era incapaz de amar se acerco al borde de la grieta el hombre que todos amaban saco su espada y corto limpiamente el cuello del hombre que era incapaz de amar.
La cabeza del hombre que era incapaz de amar rodo por el suelo y su sangre se confundió con la sangre del manantial que brotaba de la tierra.

El hombre que todos amaban despedazo el cuerpo del hombre que era incapaz de amar y con los trozos de su carne cubrió la grieta hasta evitar que el líquido sanguíneo saliera, el desolado paraje muerto recobro la vida mientras el hombre que todos amaban aprendía el valor del egoísmo.

A partir de ahí el oráculo ceso de proclamar la consigna y su voz se silencio para siempre.

El hombre que todos amaban camino nuevamente aguas abajo mientras descubría como el rio de la vida se secaba rápidamente y dejaba a su paso la mancha escarlata de su último brote, el hombre que todos amaban murió de cansancio y de sed mucho antes de llegar a su casa.

Una nueva era había comenzado…

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